Mi ángel.
Cada mañana, poco después de despertar, lo que sueles pensar es en el día que tienes por delante. A priori podría ser uno de tantos. Ir a trabajar e intentar hacer la jornada lo más llevadera posible. Hablaremos con unos y con otros, pondremos nuestra mejor sonrisa y con suerte cumpliremos nuestro objetivo: salir airosos. Pero en lo que casi nunca reparas es que ese día, será el día menos pensado, ese en el que ocurrirá algo que lo cambiará todo.
Eso sucedió la mañana en la que conocí a Antonio. A estas alturas ya no recuerdo lo que le dije, para el caso de que sea verdad que fui yo quien le habló primero. Eso afirma él, pero creo que es algo que ha terminado siendo irrelevante. Quizás suene materialista, pero lo que sí tengo bastante grabado es la propina que me dejó. Me estaba costando pagar los elevados gastos veterinarios de mi perrita y cualquier aportación extra era bien recibida. Mi sueldo nos da, casi en exclusiva, para vivir. El único extra que puedo permitirme es alguna tarde de cine. Las palomitas las suelo comprar a la salida para compartirlas con ella al llegar a casa. También se merece algún lujo. Aún no sé cómo pudo coger aquella infección que se extendió tan rápido y provocó que estuviese ingresada unos días.
Lo que tampoco puedo explicarme es lo rapidez con la que ha ocurrido todo con él. Cuando hablo del tema con mis amigos, por una vez hay unanimidad; estas cosas surgen sin que apenas te des cuenta, sin buscarlo, sin provocarlo. Mi sonrisa, que aquel día era forzada, le tuvo que sacudir por dentro. Me pregunto una y otra vez, cuan diferente hubiesen sido las cosas, si me hubiese permitido expresar mis emociones. ¿Le hubiese parecido tan atractivo si en mi rostro se hubiese reflejado la preocupación por perderla?
Eso sucedió la mañana en la que conocí a Antonio. A estas alturas ya no recuerdo lo que le dije, para el caso de que sea verdad que fui yo quien le habló primero. Eso afirma él, pero creo que es algo que ha terminado siendo irrelevante. Quizás suene materialista, pero lo que sí tengo bastante grabado es la propina que me dejó. Me estaba costando pagar los elevados gastos veterinarios de mi perrita y cualquier aportación extra era bien recibida. Mi sueldo nos da, casi en exclusiva, para vivir. El único extra que puedo permitirme es alguna tarde de cine. Las palomitas las suelo comprar a la salida para compartirlas con ella al llegar a casa. También se merece algún lujo. Aún no sé cómo pudo coger aquella infección que se extendió tan rápido y provocó que estuviese ingresada unos días.
Lo que tampoco puedo explicarme es lo rapidez con la que ha ocurrido todo con él. Cuando hablo del tema con mis amigos, por una vez hay unanimidad; estas cosas surgen sin que apenas te des cuenta, sin buscarlo, sin provocarlo. Mi sonrisa, que aquel día era forzada, le tuvo que sacudir por dentro. Me pregunto una y otra vez, cuan diferente hubiesen sido las cosas, si me hubiese permitido expresar mis emociones. ¿Le hubiese parecido tan atractivo si en mi rostro se hubiese reflejado la preocupación por perderla?
El policía que me está tomando declaración me repite una y otra vez que cese de castigarme con ese tipo de preguntas. Que en una mente como la de Antonio, cualquier cosa pudo ser el detonante, máxime cuando deja de tomarse la medicación.
No sé en que quedará esto, ni quién podrá ayudarle a diferenciar lo que es real. De lo único que sí tengo certeza es que no seré yo. Cuando empecé a percibir un especial interés por su parte intenté dejarle claro que no era recíproco. Pero continuaba dejándome nota con citas a las que nunca asistí, regalos e incluso dinero para ayudarme con las facturas de mi pequeña.
No sé en que quedará esto, ni quién podrá ayudarle a diferenciar lo que es real. De lo único que sí tengo certeza es que no seré yo. Cuando empecé a percibir un especial interés por su parte intenté dejarle claro que no era recíproco. Pero continuaba dejándome nota con citas a las que nunca asistí, regalos e incluso dinero para ayudarme con las facturas de mi pequeña.
Espero que alguien le rescate de esa fantasía en la que vive, como mi compañera Eva me salvo a mí de su gran delirio de una convivencia juntos, cuando le vio llegar con dos maletas al trabajo en mi busca.
©Elisabet Belmonte Torres.
Todos los derechos reservados
No hay comentarios:
Publicar un comentario