martes, 19 de abril de 2022

Cuarto relato encadenado- El viaje de nuestras vidas






El viaje de nuestras vidas

 

    La mañana ha sido completa. Desde que soy asistente social no he tenido mucha suerte en el trabajo, la verdad. Las señoras del parque me han dejado anonadado. ¿Cómo es posible que una mujer aparentemente indefensa mate a un tío como un castillo de un trompazo? Y anda que la otra, la que estaba muda y cuando se ha puesto a hablar ha dejado a todo el mundo con la boca abierta. Yo las he dejado allí con la policía, Antonio, porque me han entrado unas ganas de salir corriendo que no lo he podido evitar.  Me he montado en el metro y aunque seguía estupefacto, me he dedicado a observar a los pasajeros. No he visto a nadie que se comporte como nosotros cuando viajamos juntos. Me encanta cómo me das la mano y me acaricias la cara antes de darme un beso. Te da igual que nos miren y a mí también. Me embarga el orgullo sabiendo que eres mi pareja. Tan guapo y tan sonriente siempre. Siento que soy la envidia de todo el vagón cuando voy contigo.

    Hoy viajan conmigo pocas personas. Un chico de aspecto tímido, con el flequillo que le tapa media cara. Supongo que para ocultar el incipiente acné que le amarga la existencia. Yo también era muy tímido, ¿te acuerdas?

Hay también una mujer muy elegante. Ha sacado un cepillo del pelo de su bolso y se ha peinado. Después se ha retocado el maquillaje y se ha pintado los labios de un rojo intenso. Me da la sensación de que va a encontrarse con alguien, porque no deja de mirar el móvil, tal vez en busca de algún mensaje. Es muy guapa, la verdad, me recuerda a Ava Gardner en sus mejores tiempos. De cuando las estrellas de Hollywood eran espectacularmente maravillosas.

En el amor sí soy afortunado, Antonio, contigo he vivido lo más bonito que se pueda llegar a imaginar. Qué ganas tengo de llegar a casa y que me des un abrazo de los tuyos. Estoy harto ya de intentar arreglar los problemas de la gente. Se me da fatal. No debería decir esto, pero ya sabes que a ti no te oculto nada. Y aunque quisiera no puedo, porque para ti soy un libro abierto.

Al fin he llegado a casa. Cuando cambio la llave de bolsillo por error, me vuelvo loco para dar con ella, menos mal que siempre la encuentro. Abrir la puerta y llamarte ha sido todo uno. Qué oscura está la casa. Se ve que aún no has levantado las persianas, perezoso. Las levantaré yo. Con el sol tan bonito que luce. Me giro y veo el papel sobre la mesa con el pisapapeles de corazón que me regalaste por San Valentín. Me encantan las sorpresas. Y tus notas de amor, lo que más. La leo esperando que en cualquier momento me tapes los ojos desde atrás y me des un suave beso en el cuello.

 

     Lo siento, Fran. He intentado decírtelo de todas las maneras posibles. No voy a seguir contigo. Por mucho que te aferres, tienes que darte cuenta de que no te quiero. Llevo meses diciéndote que esto no funciona. Me voy lejos, no me busques. Te deseo lo mejor.

 

Dejo la carta donde estaba. Huele a ti. Sé que no hablas en serio, Antonio. En cualquier momento volverás. Voy a preparar la maleta. Seguro que cuando vengas, emprenderemos el viaje que tanto hemos planeado. El viaje de nuestras vidas.















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