El viaje de nuestras vidas
La mañana ha sido completa. Desde
que soy asistente social no he tenido mucha suerte en el trabajo, la verdad.
Las señoras del parque me han dejado anonadado. ¿Cómo es posible que una mujer
aparentemente indefensa mate a un tío como un castillo de un trompazo? Y anda que la otra, la que estaba muda y cuando se ha puesto a hablar ha dejado a todo el
mundo con la boca abierta. Yo las he dejado allí con la policía, Antonio,
porque me han entrado unas ganas de salir corriendo que no lo he podido evitar.
Me he montado en el metro y aunque
seguía estupefacto, me he dedicado a observar a los pasajeros. No he visto
a nadie que se comporte como nosotros cuando viajamos juntos. Me encanta cómo
me das la mano y me acaricias la cara antes de darme un beso. Te da igual que
nos miren y a mí también. Me embarga el orgullo sabiendo que eres mi pareja.
Tan guapo y tan sonriente siempre. Siento que soy la envidia de todo el vagón
cuando voy contigo.
Hoy viajan conmigo pocas personas.
Un chico de aspecto tímido, con el flequillo que le tapa media cara. Supongo
que para ocultar el incipiente acné que le amarga la existencia. Yo también era
muy tímido, ¿te acuerdas?
Hay también una mujer muy elegante.
Ha sacado un cepillo del pelo de su bolso y se ha peinado. Después se ha
retocado el maquillaje y se ha pintado los labios de un rojo intenso. Me da la
sensación de que va a encontrarse con alguien, porque no deja de mirar el
móvil, tal vez en busca de algún mensaje. Es muy guapa, la verdad, me recuerda
a Ava Gardner en sus mejores tiempos. De cuando las estrellas de Hollywood eran
espectacularmente maravillosas.
En el amor sí soy afortunado,
Antonio, contigo he vivido lo más bonito que se pueda llegar a
imaginar. Qué ganas tengo de llegar a casa y que me des un abrazo de los tuyos.
Estoy harto ya de intentar arreglar los problemas de la gente. Se me da fatal. No
debería decir esto, pero ya sabes que a ti no te oculto nada. Y aunque quisiera
no puedo, porque para ti soy un libro abierto.
Al fin he llegado a casa. Cuando cambio la llave de bolsillo por error, me
vuelvo loco para dar con ella, menos mal que siempre la encuentro. Abrir la puerta y llamarte ha sido todo uno. Qué
oscura está la casa. Se ve que aún no has levantado las persianas, perezoso. Las levantaré yo. Con el sol tan bonito que luce. Me giro y veo el
papel sobre la mesa con el pisapapeles de corazón que me regalaste por San
Valentín. Me encantan las sorpresas. Y tus notas de amor, lo que más. La leo
esperando que en cualquier momento me tapes los ojos desde atrás y me des un
suave beso en el cuello.
Lo
siento, Fran. He intentado decírtelo de todas las maneras posibles. No voy a
seguir contigo. Por mucho que te aferres, tienes que darte cuenta de que no te
quiero. Llevo meses diciéndote que esto no funciona. Me voy lejos, no me
busques. Te deseo lo mejor.
Dejo la carta donde estaba. Huele a
ti. Sé que no hablas en serio, Antonio. En cualquier momento volverás. Voy a
preparar la maleta. Seguro que cuando vengas, emprenderemos el viaje que tanto
hemos planeado. El viaje de nuestras vidas.
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