sábado, 16 de abril de 2022

Primer relato encadenado- Sorpresas te da la vida


 


 



Sorpresas te da la vida



    Aquel día amaneció nublado. Petra, que había despertado sin ganas de pasear al perro, se obligó a no ser perezosa. Si hubiese sabido lo que se iba a encontrar en el parque, tal vez habría dejado a Lolo sin su paseo matutino. Al fin y al cabo, su gran jardín permitía que el pequeño can pasara sus buenos ratos al aire libre.

    Echó el pie fuera de la cama. El suelo estaba helado. Maldita sea, definitivamente no quería salir. A tientas, dio con las gafas. Se habría operado hace tiempo, pero le daba pánico ahora, a sus cincuenta y tantos. Había sido miope toda la vida, qué más daba seguir usando aquella muleta para ver bien. En realidad, los miedos se la comían con frecuencia. Hasta salir a la calle se le hacía un mundo.
       Lolo acudió con la correa en la boca. Petra se agachó para cubrirlo de besos y recibir sus efusivos lametones en la cara.
    Un pantalón de chándal y una sudadera serían suficientes. Desde que estaba en el paro había perdido las ganas de arreglarse. Total para qué. No salía apenas y sus relaciones sociales se limitaban a Pepe el tendero y a alguna vecina que se cruzaba por la urbanización.  
    Saliendo por la cancela, saludó a Dulce, una chica que hacía honor a su nombre.
    Aceleró el paso para llegar pronto a su destino. Lolo corría a su lado. Siempre lo hacía. La seguía o se paraba al ritmo que ella marcase. Al fin alcanzó la verja y entró, soltando al perro para que pudiese trotar a placer.
      No pasó mucho tiempo en el parque hasta que se encontró al fiambre y tuvo que llamar a la policía temblando. Ante las preguntas que le formularon, incidió una y otra vez en que ella solo pasaba por allí.

      De vuelta a casa sonreía y marchaba con paso alegre con Lolo a su lado. ¿Quién iba a sospechar que hacía apenas una hora que ese hombre había intentado agredirla? Menos mal que su profesor de defensa personal le había enseñado a golpear mortalmente a su atacante. Verlo derrumbarse a sus pies la hizo sentir satisfecha. Merecía la pena haberse decidido a salir. Un tipejo menos de quien preocuparse.

 

                      

 















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