jueves, 28 de abril de 2022

Séptimo relato encadenado. El perfume de su piel.






EL PERFUME DE SU PIEL

 

 

La tarde en el trabajo fue tremenda. Claudio lo había pasado fatal a causa aquel hombre que se había obsesionado con él. Después de convencerlo de que se marchase y dejase a mi compañero en paz, terminamos como pudimos la jornada. Parecía que se habían congregado más clientes que nunca en la pastelería. Tal vez se debió al efecto llamada. Una multitud de curiosos había echado fotos y grabado en vídeo a aquel pobre desgraciado que aseguraba que Claudio era el amor de su vida y que había traído las maletas para fugarse con él.

Acudió incluso un conocido periodista de la televisión local acompañado del cámara para entrevistarme. Aquello fue surrealista. Camino de casa, aún iba dándole vueltas a la cabeza. Necesitaba meterme bajo la ducha y olvidarme del tema. En el descansillo de mi portal, dos enamorados se abrazaban con ganas, amparados por la penumbra. No les saludé para no romper su intimidad. Me dio igual parecer descortés.

Abrí la puerta de mi santuario, dejando caer las llaves sobre la mesita del recibidor. En el despacho del fondo se percibía una luz tenue. No quise que él se percatase de mi presencia, aún no. Me deslicé hasta el baño para desnudarme y perderme bajo el agua muy caliente. El chorro de la ducha sobre mi cabeza me provocó un sutil cosquilleo, proporcionándome algo parecido a otro placer.

Me sequé, untando mi piel con crema y me perfumé el cuello y las muñecas. Me vestí con un ligero kimono de seda de amplias mangas. Despacio, me dirigí al despacho donde él escribía su nueva novela.

Como una geisha haría con su dana en la ceremonia del té, levanté ligeramente la manga de mi kimono, lo suficiente como para dejar al descubierto mi muñeca desnuda. La ofrecí a su mirada. La tomó entre sus manos, depositando en ella una suave caricia de sus labios que no llegaba a ser un beso. Liberó su dulce aliento sobre aquella porción de piel y logró estremecerme. Colocándose detrás de mí, me atrajo hacia sí con delicadeza. Sus dedos sustituyeron a los labios. Las yemas me acariciaron por dentro de la manga, mientras su boca se ocupaba de otra zona aún más erógena. La piel de mi nuca se erizó cuando sentí cómo soplaba sobre el nacimiento de mi cabello después de apartarlo a un lado. Mi piel incendiada apenas podía soportar el roce de la tela del kimono.

Mis sentidos estaban despiertos, percibiendo el aroma que emanaba de su cuerpo. Aquellos ingredientes que había entremezclado el maestro perfumero, junto con su propio olor.

No tenía afán por evadirme. Solo necesitaba más. Quería que continuase hasta llevarme adonde solo él sabía. Me giré, ofreciéndole la perspectiva de mis ojos. Me preguntaba si podría resistirse a darme al fin el ansiado beso. No podía, nos conocíamos bien. Bajó desde mi boca para encontrar otra piel, fina y turgente, que estaba deseando recibir los mimos a los que estaba acostumbrada. Mientras tanto, mis manos recorrían su espalda.

Me alzó en sus brazos, dejando caer el kimono, que ya solo se sostenía levemente sobre mí.

El camino hacia el dormitorio se me antojó eterno. No fue la noche más especial que hemos vivido, pues como ella hubo y habrá más y serán incontables, pero sí que fue inolvidable y la tendré grabada en mi memoria para siempre.


                                                                         

















No hay comentarios:

Publicar un comentario