Cuenta la leyenda del bosque
que hubo un tiempo en que el lobo
se hizo amigo del hombre.
El lobo le enseñó a leer las huellas,
y a seguir el rastro de las presas.
A interpretar los estados de la Luna
y no temer quedarse a oscuras.
Le mostró en qué lagunas beber
y qué cuevas eran seguras.
El lobo se convirtió en un amigo fiel,
que de noche se acurruca a los pies.
Aquellos hombres y mujeres antiguos,
eran los que mataban animales por la necesidad de comer y sobrevivir,
no en masa, para sobrealimentarse.
Eran los que entendían los tiempos
de la tierra, las flores y los frutos,
y recolectaban sin agotarla.
Eran los que pescaban con palos y manos
y no criaban ya entre redes.
Eran los que defendían el poblado,
y respetaban el clima,
y ofrecían al cielo,
pues estuviera quien estuviera allí al mando,
era superior a ellos.
Aquellos hombres y mujeres
son por quienes todavía claman los lobos de la montaña.
Son a los que buscan
por senderos invisibles que compartieron antaño.
Son, los que hace mucho tiempo,
no se han vuelto a ver.
Laura Giménez del Toro (@laura_poetastra)
La premisa para mañana es “Una ventana a…” ¿Hacia dónde? Dejame tu texto en comentarios.
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