lunes, 3 de octubre de 2022

Taletober 2022. Día 3. Cerradura.

 


Esperé a que las luces de los pisos cercanos a mi objetivo se apagasen. Conocía muy bien la dirección. Me había preparado a conciencia para el asalto de aquella noche. Vestido de negro, con gorro incluido, me dispuse a entrar. Tenía que ser sigiloso. No me perdonaría que me vieran con las manos en la masa.

    Subí las escaleras despacio, pegado a la pared e intentando no hacer ruido. Tropecé con una maceta. No pude evitar emitir un ¡auch! Mientras se me hinchaba el dedo gordo del pie, apunté en notas mentales para mí: «Mejorar sigilo».

    Alcancé el descansillo que buscaba. A través de la puerta de enfrente, se escuchaban los ronquidos de un vecino. Aquello no era humano. Me compadecí de su familia, si es que la tenía.

    Encendí la pequeña linterna, escudriñando la cerradura. Saqué el instrumental. Por suerte, estos antiguos pisos conservaban las puertas originales. Nada que ver con una acorazada. Posé mi ojo en el pequeño orificio destinado a la llave. Todo estaba oscuro.

    Manejando la ganzúa, hurgué una y otra vez, buscando el click que me indicase que la puerta se había abierto. ¡Cuánta dificultad! Los tutoriales de youtube no me estaban sirviendo de gran ayuda. Con lo fácil que lo hacían en los vídeos; adelante y atrás, dos vueltas y camino despejado. Media hora llevaba yo. A este paso tendría que marcharme. No había manera.

    Al fin la cerradura cedió, creo que más por puro hastío que por mi habilidad. La pobre debía de estar harta de aquella tortura. Abrí de par en par, quitándome el gorro empapado en sudor. En el sofá, una chica preciosa estaba tumbada, muy ligera de ropa. Al verme, bostezó.

—Cariño, casi me quedo dormida. Cada vez tardas más.

—Nena, —repuse—ya sé que te dije que cumpliría tus fantasías, pero es que me lo pones muy difícil.

—Anda, ven, tonto. Dame un beso, Lupin mío, que te lo has ganado.

 

















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