Atada es tu segunda novela. Tres mujeres, un punto era del género chick lit y ahora te acercas a la fantasía y la magia. ¿Te gusta cambiar de género?
¡Me encanta! Me niego a pensar que los escritores deban encasillarse en un género. Para mí es como subir una escalera, el primer escalón era escribir una novela, ¡Reto superado! A por el siguiente... escribir sobre brujas y magia ¡Reto superado! A por el siguiente... Creo que nunca hay que dejar de crecer y cambiar de género es salir de tu zona de confort.
Las protagonistas de tus novelas comparten contigo profesión y su amor por los animales. ¿Tienen un poco de ti? ¿Es tu sello personal y aparecerá en más novelas?
Sí, de forma consciente o inconsciente tanto Carla como Helen tienen cosas mías, a veces son vivencias personales y otras cosas que quiero hacer y las vivo a través de ellas.
Respecto a lo del sello personal, sí, tras la publicación de “Tres mujeres, un punto” dije y lo mantengo, que en la medida que la historia me lo permitiese mis protagonistas serían funcionarias con un husky de mascota. Una lectora 0 de ambas me comentó que estaba creando un micro mundo y me gustó mucho la idea, quiero continuar por ahí, insisto siempre y cuando las historias me lo permitan.
¿Cuál ha sido el mayor reto al que te has enfrentado con esta novela?
Describir todo lo fantástico o mágico. Según las reseñas de “Tres mujeres, un punto” sé describir sentimientos, pero ahora el reto era hacer trucos mágicos y que el lector pudiese identificar cada gesto o movimiento y la escena le envolviese.
¿Has sufrido alguna vez un bloqueo, el síndrome de la página en blanco?
Por ahora no, y eso que Atada ha sido una novela bastante “brújula”. “Tres mujeres, un punto” la escribí durante la cuarentena y tenía todo el tiempo para estar pensando en ella, en que poner en los capítulos y que escenas quería introducir etc. Pero con Atada fue todo mucho más improvisado, no tenía tiempo de pensar en ella salvo el que me sentaba a escribir, y decía “muy bien ¿cómo voy a seguir esto?” y a los 2 minutos las ideas brotaban. Así que gracias a Dios por ahora no he tenido ese problema.
¿Preparas con mucho detalle la estructura de tus novelas?
Para nada, la idea general de la trama y poco más. Ni siquiera los personajes, en Atada ya me pasó que sobre la marcha introduje dos que no estaban pensando y con la tercera me ha pasado igual, un figurante en una escena de los primeros capítulos se ha convertido en un secundario con relativo peso.
¿Dónde nace tu inspiración?
En cualquier sitio, conduciendo, duchándome, en un concierto de Bisbal... Una vez se activa la mente de escritora, nunca se apaga, puede estar más o menos activa, pero no se queda sin pilas...
¿Qué disfrutas más del proceso creativo?
Darle forma a la historia, y una vez tengo la “película en mi mente” intentar expresarlas en palabras, elegir la correcta para que el conjunto de ellas no sea solo un texto, sino algo que vaya atrapando al lector.
¿Cuál es tu mayor sueño como escritora?
Para responder a esta pregunta quizás deba retornar un poco a mi infancia, a un trabajo que nos mandaron. El libro podía ser el que quisiésemos y hacer un análisis de él, ya sabes. Escogí El sabueso de los Baskerville de Conan Doyle, me impactó tanto, para bueno se entiende, que desde entonces no he podido dejar de leer ni un solo día de mi vida. Mi mayor sueño como escritora es que a alguien le suceda algo así con una novela mía.
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